IOSHUA live Posadas Misiones

IOSHUA habla para CANAL ENCUENTRO Argentina

viernes, 15 de julio de 2011

IOSHUA lee en vivo "La marea" en TEMPORADA DE CHONGOS radio


IOSHUA lee "La marea" de su libro LOS SENTIMIENTOS (Ed. Wachodelacalle 003) en el programa TEMPORADA DE CHONGOS radio - Fm Boedo 88.3 - Buenos Aires - 10 de julio de 2011.

jueves, 14 de julio de 2011

IOSHUA entrevistado en TEMPORADA DE CHONGOS radio

Entrevista de vida: IOSHUA por MATIAS PIRO (Seminario y taller de escritura - Universidad de Comunicacion de La Plata) mayo 2011

“Mati, ya estoy en la feria, pasate cuando quieras”. Ese era el mensaje de texto en mi celular, aquel sábado de mayo que me indicaba que Ioshua ya estaba libre para encontrarnos. ¿Qué feria? La Feria del Libro Independiente y Alternativo que arrancaba su edición en Parque España, en el barrio porteño de Constitución. Habíamos tenido un día hermoso de otoño, soleado y la noche no pintaba muy diferente. Las sospechas de lluvia que corrían por ahí, no tenían lugar en el cielo estrellado de esa hermosa noche de otoño. Ideal para encontrarme con él, con Ioshua Cumbiagei. Sí, eligió un apodo muy estrafalario pero para nada poco auténtico, un pibe de treinta y tres años, merlense, del conurbano, “de allá abajo” como él mismo se define. Vamo’ los pibe’, profesa Ioshua en sus escritos, en sus canciones, en sus dibujos. Sí, en todo eso. Él es un polifacético pibe de barrio que la calle, la esquina, las drogas y sus chicos, moldearon al son de la poesía, las historietas y la música.
Así fue cómo nos encontramos, entre llamadas, coordenadas por mensaje de texto, “estoy levantando la mano, ¿me ves?”. Los feriantes eran multitud, la oscuridad bastante espesa y las caras se perdían entre libros, puestitos, humaredas de faso y rondas de chicos compartiendo unas cervezas. Unos minutos con el cuello bien erguido y los ojos bien abiertos bastaron para reconocerlo. Ahí estaba Ioshua, con su look característico: pantalón deportivo, zapatillas grandes (esas que apodan “llantas”), campera vaporosa y una gorra de visera. Era él, no había duda. Guardando sus últimos libros en una cajita llena de calcomanías, pagándole a su imprentero amigo y saludando a sus puesteros vecinos, nos encargamos dos buenos fernet, buscamos un lugar cómodo en el parque, un poco alejados del gentío. Decidimos que una parecita cerca del arenero del parque sería el lugar ideal para sentarnos, compartir una charla y dar lugar a un recorrido que Ioshua parecía ansioso por comenzar.
“Yo no me caí de una nave espacial. Yo estaba ahí con todos los demás y era un bardo. Yo estaba siempre en la esquina, tomando birra, metido siempre con los peores del barrio. No era el típico putito, triste, oscuro, que está siempre solito, que todos lo bardean, porque nadie lo comprende, porque no tiene coraje. Todo lo contrario. Yo era un bardo.” Ioshua se describe en aquella infancia desde la sencillez y desde la naturalidad con la que asume su pasado y su historia. “Soy un pibe que tuvo nada más que la capacidad de escribir, nada más. No hay mayor secreto.”
Pero había muchísimo más. Ioshua no iba a quedarse en la cómoda decadencia de ese pantano, ese primer panorama en el cual se encontraba con su familia. “Mis viejos eran dos personas muy humildes, muy sencillas, muy atormentados los dos. Arrastraban vidas con cuestiones sin resolver. Con el tiempo me di cuenta que ellos venían cargando cosas que nunca hablaron y dejaron que con eso se construya una bola nefasta y siniestra que arrastró a todos. Mi viejo era cocainómano, de hecho él me hizo tomar a mi cocaína cuando yo tenía catorce años, mi vieja era depresiva. Padre alcohólico, golpeador, un ser miserable. Mi madre era una mujer supuestamente desvalida, todo lo justificaba con “pero él es así”. Ella estaba dejando que él sea así. Mis hermanas, dos hermanas mayores que eligieron salvarse tan pronto como podían. Uno crece con esos fantasmas, esas cargas, esas culpas, que en un punto, te terminás creyendo que vos algo tenés que ver con todo eso. Pero te das cuenta que no y te tenés que poner en el lugar de tener que atacar a tu propia sangre y empezar a devolver, o me seguía hundiendo en el mismo pantano de ellos. Fue un comienzo muy ingrato”.
En la cotidianeidad de su soledad en Merlo, aburrido y fastidiado por su entorno familiar, Ioshua se detiene en la literatura sin saber por qué. “Yo tenía un amigo, un amigo muy querido que lo mataron, se llamaba Tato. Él era el ladrón del barrio, era el pibe que robaba todo el tiempo y era mi amigo, obviamente. Y…descubrió que las bibliotecas se roban muy fácil. Las bibliotecas de los barrios. Era tan fácil como romper un candado o entrar por una ventana y robar. Tato, a veces, venía a mi casa a la medianoche, con una mochila llena de libros y sabía que a mí me lo podía vender por algo, para él tener para la birra, para el faso o algunos mangos, ¿no? Le daba unos pesos y le sacaba algunos libros. Tenía que ver que elegir. “A ver qué trajiste… Toda mierda trajiste, no me interesa”. Pero que sé yo, Marcos Denevi con Rosaura a la diez, Estanislao del Campo con El Fausto, eh…cosas así. Literatura de biblioteca popular de barrio. Trataba de seleccionar lo que más o menos me parecía interesante. Y hora que me acuerdo, uno de los más raros que le saqué fue El canto de Orfeo, un libro sobre poética griega, mitológica, ¿no? Y era todo sobre la figura de Orfeo. Ves, yo me detenía en eso. Pero… ¿Por qué yo me detenía en eso? ¿Por qué a mi me movía el alma? Fijarme en eso, coleccionar porquerías, leer libros. O sea, leer libros, era como…” Ioshua hace un silencio y ensaya una cara extraña, de asombro, de esas que se ven cuando se trata de un “bicho raro”, tal vez aquella cara que sus hermanas y padres le ponían al reconocer en él su interés por la literatura. “Y así como me detenía en eso también me la pasaba bardeando. No sé, me parecía que era re natural para mí. Eso creo que también hizo que el camino sea difícil, porque te conocen como un bardo y creen que eso es todo lo que hay”.
En su pubertad, con apenas 15 años, Ioshua decide apartarse del infierno que vivía en su casa y comenzar su camino, alejado de su familia y más cerca de la calle, donde se encontrará a sí mismo, a su sexualidad, a sus primeros amores, y cientos de historias que lo moldearán y lo harán convertirse en aquello que soñaba.
La soledad. Su soledad. Ioshua repara en ella más de una vez y no sin razones. Esta soledad iba a forjar una identidad libre, sin ataduras, irreverente. “Esta cuna ingrata de la que hablo, habilitó otras cosas. No tenía nadie a quien explicarle nada, porque nadie me pedía explicaciones. Nadie estaba atento a lo que yo hacía. Así como me garchaba a un pibe, así como me tomaba tres bolsas de merca, así me iba una semana de mi casa y nadie me preguntaba nada. No le importaba a nadie. Entonces, ¿quién te va a venir a reclamar? “Che vos sos medio puto, no me gusta que te vistas así”, ¿no te vistas así? Nadie se fijaba si estaba vestido, si tenía una campera una noche cuando hacía frío. Imaginate, no les importaba eso, mirá si les va a importar si yo estaba con un pibe o con otro. Entonces esa impunidad, me dio estar a la buena de mí mismo e hizo que nunca considere que ser puto era algo que yo debía explicarle a alguien. Era natural, pero porque era impune justamente. No tenía a nadie a quien tener que demostrarle nada”
“A los quince tuve mi primer amor. Era un compañerito de tercer grado, que nos volvimos a encontrar de más grande. En ese momento, los dos estábamos muy el uno en el otro. Nos hacíamos compañía de alguna manera, entre tanta soledad. Hubo otros amores fugaces en la noche, pero la desesperación de querer amar a alguien, compartir un tiempo. Esperaba que esas personas continuaran, se prolongaran en mí tiempo” Otra vez la soledad. Aquella a la que Ioshua iba a presentar batalla desde todos sus frentes. “Yo no quería estar solo, quería un compañero” me lo dice francamente con la claridad y sencillez con la que se anima a recorrer todos estos años de vida.
“Me fui de mi casa buscando lo mío, no sabía qué era lo mío. Yo me fui a la calle porque sabía que tenía algo adentro pero no sabía qué era. Estaba todo bien con la esquina, estaba todo bien con el bardo, pero yo me daba cuenta que lo que a mí me mantenía despierto en las noches, de vagón en vagón, o durmiendo en plazas o en hospitales… ¿Qué me mantenía a mí pensando que iba a haber un par de horas por delante? Era eso que yo no sabía qué era. En el medio obviamente vas creciendo… Tenés amistades, amores, te enamorás, te desilusionás, cogés…lo de siempre. Pero yo sabía que tenía algo adentro que no sabía cómo era, no sabía cómo se llamaba, nadie me lo explicaba, o sea, ¿qué era lo que me pasaba? ¿Qué buscaba yo? Un día me dí cuenta que era escribir, hacer música, era estar involucrado en una situación creativa. Ahí me di cuenta que esto me mantiene vivo.”
“Era muy terco y a veces muy tonto, también. Dibujar y escribir me llenaba. Esa terquedad, me llenaba y me acompañaba, me hacía pasar las horas y se iba puliendo. Sabía lo que me gustaba y sabía cómo modificar aquello que fallaba. Pero aquello que fallaba en el otro, no en mí. SI yo empecé a escribir es porque detestaba todo lo que leía. Entonces empecé a modificar el mundo tal como quería verlo. Así empecé a llenar mi mundo, mi pequeño mundo, con todas las cositas que yo hacía. Este camino arrancaba así y no sabía para dónde iba.”
Con los años y luego de una maduración dolorosa, atravesada por una enfermedad terminal de su madre y la separación de un gran amor que lo acompañó durante años, Ioshua supo hacia dónde iba. De vuelta a la tranquilidad de su hogar para cuidar de su madre, supo que su camino lo debería transitar a través de la música, el dibujo y la escritura. “Llenar los espacios de mi vida, solo eso, llenar el vacío” repite más de una vez. La soledad otra vez. La música, otro motivo más para escapar de ella. Con un pianito “esos que usan los chicos” y una guitarra que intercambió por ropa robada de un boliche, comenzaron sus primeras experiencias en lo que después iba a terminar en su actual banda musical Corazóndeninio.
En aquella época de horas muertas en la tranquilidad de su casa, en compañía de su madre, nacieron sus primeros fanzines a birome. Poco a poco esas historias y esos personajes sueltos, madurarían y formarían su cómic que lleva el nombre de CUMBIAGEI y que hoy es su carta de presentación como dibujante. Personajes de barrio, pibes chorros sexys, historias de vagones, hambre y drogas son los condimentos que Ioshua rescata de un tintero muy personal.
Ioshua se para frente al mundo y lo modifica, todo el tiempo, caprichosamente. Lo quiere tal como el lo quiere sentir, no se cansa, insiste. Con este inconformista espíritu de búsqueda constante comenzó su lucha como militante, que encabeza bajo el lema “Clasismo homo”. “Yo siempre fui un cabrón para opinar sobre ciertas cosas. Pero cuando leía sobre la C.H.A. , yo sentía que no estaba ahí, yo no era eso. Era para otra gente, para otro mundo. Todas esas cuestiones no me gustaban. Las quería ver en un contexto real, en el cual yo pudiera existir. Eso vino a cerrar un día con la frase “clasismo homo”. Era una cuestión de clases. Salió así, de toque, ya estaba ahí, era cuestión de ponerle un nombre”.
Una vez más, Ioshua me demuestra ese espíritu libre para forjar su mundo, su arte, su realidad. Sus treinta y tres años no me hacen sentir que estoy frente a un hombre de su edad, todo lo contrario, siento un niño jugando e interviniendo el mundo, lo que está a su alcance, tiñéndolo con sus colores, dibujándolo con sus biromes, orquestándolo con sus acordes.
“Yo ya no soy ese pibe que estaba en la esquina drogándose… Hubo todo un montón de cosas que hice que me permitieron mirarme a mí mismo desde otro lugar. Ni mejor ni peor, pero quizás quebrando la historia de quienes me hicieron, que era el silencio. Hoy poder hablar me parece maravilloso, que alguien se interese por lo que hacés. Algo que nunca me pasó.”
La feria ya terminaba, ya no quedaba casi nadie. Levantamos nuestras cosas y unos redoblantes nos avisan que había vida por ahí, a unas cuadras. La murga del barrio, ruidosa, estaba reunida y en plena acción. Hacia ella nos dirigimos, charlando por lo bajo, reflexionando y riendo mucho acerca de las tantas experiencias que compartimos. Encontrarnos con la murga había sido, sin duda, la mejor opción. El hambre de aquel momento encontró sosiego en las humeantes parrillas de los costados del escenario. Con un choripán cada uno, bien abrigados, nos fuimos caminando a buscar un bondi que nos acercara a nuestros próximos destinos. Ioshua parecía contento. Le gusta hablar, sentirse escuchado y explayarse, y ésta había sido una linda oportunidad para demostrarlo.
“Vos sabés… El otro día me hicieron una pregunta, esas preguntas bien de formulario de entrevista y me preguntaron: ¿cómo artista, cuál es tu lugar en el mundo? “El abrazo del hombre quien me ame”. No supe contestar otra cosa. De eso se trata todo”.

viernes, 1 de julio de 2011

IOSHUA en vivo en 2DA FERIA DE ARTE QUEER (Mendoza - Argentina)

IOSHUA en vivo en Radio Universidad UTN Cuyo - Mendoza (Argentina)